miércoles, 18 de mayo de 2011

Avutardas en la Serena 2011

Un año más, después de las lluvias y los temporales del crudo y frío invierno, el campo vuelve a despertar de su letargo exhibiendo por doquier las bondades que le otorga la madre de las estaciones, la primavera.


En la comarca de la Serena todo está preparado para recibir como se merece a las reinas de la estepa, las avutardas. Como si de un cuadro se tratase las extensas llanuras esteparias se engalanan de fiesta esperando a que estas aves dibujen sobre su lienzo los vistosos bailes que durante estos meses pintan estos campos de blanco color, de vida y belleza.

El 9 de Abril estaba pintado en rojo en mi calendario desde ya hacía muchos meses y por fin el momento había llegado. A las cuatro y media de la mañana el despertador me hizo levantar de la cama. No hubiera hecho falta, los nervios se habían encargado ya de mantenerme en vela las escasas cuatro horas que llevaba acostado.
Como si de un resorte se tratase salté de la cama. Después de tanta espera el día había llegado y casi sin darme cuenta estaba dentro del coche, arrojado a la templada noche y de camino al escenario de mis deseos.

Miles de pensamientos se apoderaban de mi mientras curva tras curva iba haciendo el camino hasta Castuera, lugar de quedada para aquellos pocos locos que a estas horas intempestivas hacemos kilómetros y kilómetros para intentar fotografiar a un pájaro… ( bendita locura ).
A las cinco y media de la mañana todos los locos que ese día ocuparían los hides, nos juntamos e intercambiamos las primeras impresiones: será un gran día, hace aire, veremos a ver, el otro día no aparecieron las avutardas… todos y cada uno de nosotros con unos pensamientos, todos con una sensación diferente, cada uno de un lugar, pero todos con la esperanza de que éste fuese nuestro gran día.
Rápidamente nos pusimos en marcha y en pocos minutos nos encontrábamos en un camino desde donde partiríamos a pie a los hides repartidos por la estepa. Manuel Calderón a la cabeza iba dejando diligentemente a los ocupantes en sus apostaderos.
En unos minutos y sin darme cuenta estaba dentro de aquella choza de piedras, sentado en una silla y revisando a oscuras cada rincón del exiguo aguardo. Casi a tientas preparé el equipo, ordené mis pertenencias para que no me molestasen y como si de una coincidencia se tratase el sol empezó a despuntar a mis espaldas dejando ver un rebaño de ovejas que aún dormitaba delante de mi hide.
Mala suerte pensé, pero poco a poco el rebaño empezó a despertar y una tras otra fueron desapareciendo ladera abajo en busca quizás de su ración matutina de pienso.
El día despertaba y los sonidos entonados por las aves que pueblan estas parameras resonaban dentro del hide como una sinfonía compuesta para un rey. Qué suerte el poder disfrutar de estas sensaciones pensé, mientras me asomaba a una de las ventanas de la choza y contemplaba las primeras avutardas exhibiéndose delante del hide de uno de mis compañeros, al otro lado de la loma.
Qué suerte… se estará poniendo las botas… y con esta luz… qué maravilla, me dije a mí mismo mientras abría una y otra vez las ventanas del aguardo y miraba todos los rincones donde mi vista podía alcanzar.

La mañana avanzaba lenta cuando de repente una mancha oscura se dibujó entre la hierba. Un macho de sisón pacía tranquilamente a pocos metros de mí. Unas pocas fotos y el listísimo animal se apresuró a salir de mi vista desconfiando de aquel “click” que sonaba sordo detrás de aquellas piedras.

Algo es algo pensé, como queriendo justificar mi poca suerte mientras la mañana moría a marchas forzadas.
El aburrimiento empezaba a hacer mella y lo único que entretenía mi tiempo eran aquellas cuatro fotos lejanas que había hecho al sisón y que se repetían una y otra vez en la pantalla de la reflex. Una vez más comprobé los parámetros de la cámara, todo estaba correcto pero no había nada a lo que disparar.
Una vez tras otras abría las ventanas, cuando de repente por una de ellas observé como un macho remontaba la loma y se plantaba a unos metros de mí, mirando el hide tímida y desconfiadamente. ¡Aquí está! pensé... ¡venga amigo, acércate un poco más y hazme la rueda!, ¡venga hombre no seas tímido! ...en silencio me escuchaba a mí mismo animando a aquel animal a venir cerca de mí.
El machote se plantó en lo alto del cerro y empezó a acicalarse el plumaje mientras que yo apretaba una y otra vez el botón de la cámara queriendo captar cada uno de los movimientos y carantoñas que me estaba ofreciendo mi amigo. Cuidadosamente peinaba cada pluma con su pico con una tranquilidad pasmosa. Parecía que el mundo se había parado a su alrededor.


Unas sacudidas más y la avutarda empezó a caminar de nuevo como queriéndose alejar de mí. ¡No te vayas tan rápido! pensé, cuando de repente cambió de sentido y enfiló al hide como si quisiera curiosear lo que allí dentro se cocía. Pero no, no era eso lo que buscaba… el largo acicalamiento cobró sentido cuando el machote se paró en lo alto de la loma y dejó caer sus alas mostrándome su recién aseado plumaje.


Las alas rozando el suelo, el saco de la garganta inflado como un balón, las coberteras alares adelantadas, la cola desplegada casi rozando el cuello y todo el cuerpo formando una bola de plumas que se movían elegantes en la llamada rueda de la avutarda.

No me podía creer lo que estaba viendo, ¡había tenido suerte!, ¡este es mi día!, ¡nada puede fallar!, la tengo cerca y me está haciendo la rueda... (nervios) “click”, tranquilo que la tienes aquí… “click”, una vuelta más… “click”, busca otro encuadre… cuidado con los blancos… “click”… no te vayas aún… “click”… un ratito más… “click”… se va… y el machote volvió a colocar sus plumas y se alejó despacio, elegante, seguro, tranquilo…dejándome preso de su belleza durante un buen rato.





Todo pasó tan rápido que no me di ni cuenta pero en mi retina y en mi cámara ya habían quedado reflejados esos instantes mágicos que nunca jamás olvidaré. Qué animal más increíble, que derroche de elegancia y fuerza. Había visto una y mil veces en videos e imágenes las avutardas en celo, incluso el año anterior había podido disfrutar de una sesión de hide donde pude verlas, pero nunca imaginé que el espectáculo visto de cerca sería tan impactante.
El macho se alejaba de mi vista dejando paso a un medio día ventoso en el que las horas se hicieron eternas y el rumor del viento que se colaba entre las piedras de mi aguardo resonaba molestamente en mi cabeza. Tocaba esperar, ya que en estas horas centrales del día las avutardas no suelen moverse mucho y aprovechan para sestear y descansar de los esfuerzos hechos durante la mañana.

Aproveché para abrir el bocadillo y comer tranquilo mientras revisaba una y otra vez las fotos en la pantalla de mi cámara. Por fin, tenía una rueda y la tenía cerca… ¡qué alegría! . Si se acabara el día tampoco pasaría nada, el trabajo está ya hecho me decía a mí mismo.
Poco a poco la tarde fue cayendo y de nuevo comenzó el baile en las postrimerías de mi hide. Esta vez un grupito de hembras se acercaba tímidamente al aguardo en su incesante búsqueda de comida entre la hierba. Una de ellas se ahuecaba el plumaje deleitándome con toda clase de posturas y movimientos como queriendo recordarme que sin ellas no habría espectáculo, que son ellas las que provocan todo este acontecimiento natural.

Algunos machos lejanos andaban a lo suyo, exhibiéndose orgullosos rueda tras rueda, pintando de lunares blancos el tapiz florido y primaveral de la estepa.
El sol, cada vez más bajo, provocaba los típicos contraluces que también son un buen argumento para captar alguna que otra imagen. Los colores cálidos teñían de oro el cereal bañando con su esencia todo cuanto le rodeaba.

Otro machote que llevaba viendo a lo lejos hacía ya rato, ahora se dirigía hacia mí con paso firme y marcha rápida plantándose a escasos metros en apenas un minuto. El machote rodeó mi hide y acabó dándome la espalda y regresando a la intimidad del contraluz… llegaba el momento.

La noche se presentaba de repente oscureciendo el escenario que mis ojos habían escudriñado durante el largo día…era la hora de recoger y abandonar el que había sido mi hogar y escondite durante tantas horas.

Al poco tiempo ya viajábamos camino a Castuera intercambiando anécdotas y sensaciones que la experiencia nos había regalado. Todos estábamos contentos ya que las avutardas se habían movido mucho durante la tarde y todos los hides habían tenido su oportunidad.
Junto a mis compañeros Jesús Recuero, Diego Ramos, Alejo Sandes y J.M Llavóri compartimos una cena que nos supo a gloria después de tantas horas metidos en el hide. Cada uno había tenido una experiencia diferente pero todos teníamos algo más que compartir aquella noche. La pasión por la fotografía de la naturaleza aliñó aquellos platos de menú casero en algún lugar de Extremadura, donde cada primavera se dibuja en la estepa la silueta de la avutarda…

Equipo:
Nikon D300s, Sigma 50-500OS, tripode y rotula Manfroto, Hide fijo de la Serena.

Todos los derechos reservados: todas las imágenes de este artículo son propiedad del autor del mismo, quedan todos los derechos reservados.

15 comentarios:

  1. Amigo mio, eso es para vivirlo personalmente.
    Felicidades, las fotos maravillosas.

    Un abrazo

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  2. Buenas Daniel. Pedazo de entrada, tremendas fotos un verdadero disfrute para la vista. Un abrazo fuerte

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  3. Dani las fotos tremendas y la historia que nos cuentas me e sentido trasportado a esos Aguardos de la Serena los comentarios para mi toda una gozada, lo mismo que la cena que compartimos al final de la jornada, fue un dia de los que no se olvidan.
    Espero coincidir mas veces contigo en La Serena, un saludo desde Zumaia.

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  4. Magnifcas tomas acompañadas por esta buena entrada. Gracias por compartir esta experiencia y felicidades. Un saludo.

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  5. Daniii, !formidable tío¡ valla pedazos de fotos que conseguiste puedes estar mas que satisfecho granuja, que envidia me das jajaja,(evidia sana heeeeee) bueno que me alegro un montón que vivieras ese pedazo de día.
    Enhorabuena por esas fotos, y también mis Felicitaciones por ese grandisimo relato que una vez terminado de leer parece que yo también estuve metido en ese Hide de piedra fotografiando y viendo esas Avutardas.
    Un abrazo
    José Ruiz
    http://naturalezayfotografiajruiz.blogspot.com/

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  6. Formidables tomas, la serie es espectacular, no sabría decirte cual me guata mas porque me gustan todas.
    La sesión tuvo que ser apoteósica.
    Enhorabuena.

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  7. Dani, por supuesto que había leído tu artículo y disfrutado con él y con las magníficas fotos que lo ilustras. Sin embargo, aunque intenté en dos ocasiones enviarte un comentario parecido a este el sistema no funcionaba. A ver si ahora lo consigo. Gracias por tus palabras en mi blog, un fuerte abrazo y de nuevo mi enhorabuena por tus fotos y texto.

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  8. Dani, por supuesto que había leído tu artículo y disfrutado con él y con las magníficas fotos que lo ilustras. Sin embargo, aunque intenté en dos ocasiones enviarte un comentario parecido a este el sistema no funcionaba. A ver si ahora lo consigo. Gracias por tus palabras en mi blog, un fuerte abrazo y de nuevo mi enhorabuena por tus fotos y texto.

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  9. Desde luego el madrugon merecio la pena...estupendas fotos de una emblematica especie que tiene aqui su ultimo bastion de europa occidental!!
    Saludos camperos.

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  10. beautiful photo,and beautiful photo

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  11. beautiful photo,and beautiful photo

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  12. No te conocía, pero ya te tengo y te sigo. Fantásticas fotos de ruedas.

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  13. Vaya serie de avutardas. preciosas todas las fotos. Ya tienes un seguidor mas. Saludos!!
    http://avesyestrellas.blogspot.com

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  14. Excepcional reportaje de este ave emblemática...genial!!.
    Estoy dando un vistazo a un blog y me parece un trabajo digno de exhibir a los cuatro vientos. Ánimo y sigue deleitándonos con tus artículos.
    Enhorabuena Daniel.
    Saludos
    Tomás Pérez
    http://tomaspegil.blogspot.com.es/

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