martes, 27 de abril de 2010

Avutardas en la Serena. El Hide del Mochuelo.

Después de muchos días de espera por fin llegó el fin de semana. Sería mi primera vez, la primera vez que me metería en un hide a aguardar a las avutardas y sería a lo grande, en la Serena, en su territorio, donde existen personas que las cuidan y protegen y que crean asociaciones para su protección, donde esa Extremadura profunda parece tener un rayo de luz especial que la hace si cabe más bonita y más respetable, donde este bello animal campa a sus anchas entre majadales y ganados encontrando el respeto y la admiración que se merece por parte de todos y cada uno de nosotros.

Los nervios eran evidentes y a las cuatro de la mañana sonaba el despertador. No hizo mucha falta después de toda la noche sin dormir. Metí las cosas en el coche y puse dirección a Castuera. Una hora de viaje se haría muy corta pensando en como se daría el día.
A las cinco y media llegue al lugar donde habíamos quedado todos los compañeros que aquel día disfrutaríamos de los hides de la Serena. El primero en llegar fue Manuel Calderón, estandarte de la asociación ANSER y organizador de aquel maravilloso acontecimiento que se repite año tras año y que cada vez gana más adeptos y admiradores. Admiradores a su trabajo y tesón y a su forma de querer su tierra y presentar sus valores al mundo entero, con respeto honradez y amor a la naturaleza.
Poco a poco fueron llegando compañeros, entre ellos Javier Milla y Jesús Recuero (perdonarme los demás pero soy muy malo para los nombres). A las 5:45 de la mañana nos pusimos en marcha para los hides.
La noche estrellada, auguraba un gran día primaveral y los sonidos de la madrugada se hacían patentes nada más bajar de los coches. Un mochuelo por aquí, un alcaraván por allá… el campo empezaba a despertar y no había tiempo que perder, debíamos entrar rápido en los hides.
Comenzamos a andar por el campo dirección a los hides, completamente a oscuras y cargados con todo el aparataje; cámaras, trípodes, objetivos, mochilas, comida, agua etc. Manuel Calderón a la cabeza iría distribuyéndonos en los escondites.
Al llegar al mío, unas pequeñas indicaciones previas y en unos segundos, casi sin darme cuenta me encontraba dentro de aquel cubículo con cuatro ventanas y todas las comodidades y lujos habidos y por haber. Un suelo acolchado, una estantería para meter tus cosas, unas cortinas de camuflaje a la última moda y una serie de comodidades que solo sabemos disfrutar aquellos que hemos sufrido las inclemencias de horas y horas apostados en nuestros pequeños e incómodos hides.
A tientas, organicé todas mis pertenencias en el cubículo y empecé a montar el equipo y a abrir las ventanas para ubicarme un poco en el terreno y ver por donde era más probable la entrada de las avutardas.
La cámara montada en el trípode, el hide ordenado para no tropezar con nada, y yo cómodo en mi silla en ese escondite perdido en mitad de la noche. ¡Si señor!... ¡esto es vida!.., ¡esto es lo que me gusta y aquí estoy, haciendo lo que mas me apasiona! me decía a mi mismo cuando empezó el movimiento en las afueras de mi chajurdo.
Como bien me había avisado Manuel, un mochuelo solía posarse en una pequeña pila de rocas que había justo en frente de una de las ventanas. Al ser de noche aposté por dirigir la cámara a ese posadero y esperar a ver si la casualidad y la probabilidad le daban la razón a Manuel y el mochuelo hacía acto de presencia. Sus reclamos se escuchaban hacía unos minutos a lo lejos y a la derecha vislumbré su silueta encima de una piedra y a contraluz de esas primeras luces del día que ya asomaban tímidas detrás del repecho.

Sabía que vendría, tenía esa corazonada y acerté. No tardo más que unos minutos en estar delante de mí, ofreciéndome todo tipo de poses y miradas.


Pude sacar algunas instantáneas que aunque lejanas dejan ver lo bello de esta ave nocturna tan emblemática y característica. Una veintena de fotos, a velocidades bajas aprovechando la quietud del ave y todo ello mientras el día despertaba a mis espaldas y se abría paso dejando ver todas las virtudes, que le ha dado al campo esta estupenda primavera.

El mochuelo desapareció y tuve tiempo para ojear en la cámara las fotos que había sacado. No estaban mal, la cosa empezaba bastante bien.
Con la mañana ya entrada en faena y una luz que no me dejó indiferente, algún que otro visitante se pasó por los alrededores del hide haciéndome la espera más amena mientras a lo lejos se veía un buen bando de avutardas acercándose al aguardo de mi compañero Javier Milla.






Disparando a las cogujadas no podía dejar de mirar el espectáculo tan soberbio que estaban ofreciendo ese grupo de unas diez avutardas en la ladera de enfrente.

Impresionante ver tantas ruedas juntas y tantos machos con esas plumas alzadas que parecen muñecos de nieve en mitad de la pradera. Un espectáculo digno de admirar.
A media mañana cuando calentaba el sol, una familia de lagartos ocelados despertaba su letargo y calentaba su cuerpo en las mismas piedras donde el mochuelo había querido posar hacía unas horas. Estos simpáticos vecinos no tardaron en visitar mi hide buscando algo que llevarse a la boca, acostumbrados quizás a que algún antiguo ocupante les diera alguna peladura de fruta. Hubo un momento en el que cinco de estos reptiles ocupaban el hide y la verdad es que no es de muy buen gusto el tener semejantes bocas esperando algo de comida.



Unos remojones de agua sirvieron para echarlos del cubículo y poder seguir concentrado en el espectáculo de las avutardas.
La mañana empezaba a ser pesada por falta de movimiento y antes de que me pudiera el desánimo, abrí el bocata y una botellita de agua fresca y me dispuse a comer. Con las pilas cargadas se afrontaría la tarde con ganas y nuevas esperanzas, aunque lo que veía desde la ventana de mi hide no era alentador ya que las avutardas que antes campeaban por los alrededores, se habían mudado a otro lugar y habían desaparecido por completo de mi vista.
Una rapaz quizás las ahuyentara pensé, o quizás ese pastor con sus ovejas y sus perros, puede ser, quizás esas horas centrales del día donde apretaba el calor no fueran las más adecuadas para que nos animales se movieran, quien sabe…
Mil pensamientos me invadían cuando de repente dos siluetas en el aire aparecieron detrás del repecho. Un cuervo le hacía imposible la vida a un Águila Real joven e intentaba echarla de sus dominios a base de piruetas y picotazos. Cual fue mi sorpresa cuando la Real se posó en el suelo ya cansada de lidiar con ese molesto contrincante.

Estaba un poco lejos pero con un poco de suerte cuando levantase el vuelo le podría sacar unas fotos. Deprisa subí ISOS para disparar a mayor velocidad, puse la ráfaga y el enfoque continuo y enfoqué esperando a que el ave se levantara. Cuando desplegó las alas empecé a disparar y durante unos segundos aguante la respiración intentando seguir el vuelo de la reina de las rapaces.
El animal no tardó en salir de mi vista y rápido me dispuse a ver las fotos que había hecho. No estaba mal, aunque lejos, había conseguido algúnas tomas medio decentes.



Que nervios me había hecho pasar, pero que momento más inolvidable había presenciado al tener semejante animal a tan pocos metros, haciendo su vida totalmente ajeno a mi. Así es la fotografía de naturaleza y así es como nos sentimos los que la practicamos.
Después de aquella grata visita algunas avutardas hicieron acto de presencia en el lugar donde habían estado por la mañana volviendo a ponerse al alcance del compañero Javier y por supuesto muy lejos de mi objetivo.

En fin pensé…, quizás hoy no me toque a mi… y de todos modos date con un canto en los dientes por que llevas un mochuelo y una real, las avutardas las intentaremos otro día que hoy no están para mí.
Resignado y con la tarde ya muriendo revisaba una y otra vez las fotos que había conseguido congratulándome de tener algo decente en las tarjetas y daba casi por finalizada la jornada, cuando de repente un precioso macho hizo los honores y estrenó el cerro que durante todo el día había estado desierto.
Nervios y mas nervios! Por fin lo que había estado esperando durante todo el día. Ahora un segundo macho se unía a la escena.
Repase los parámetros de configuración de la cámara y mientras enfocaba al primer macho el segundo levantó el vuelo hacia mí, pasando como un avión de combate casi por encima de mi hide. Recé para que el otro macho no tomase los mismos derroteros y mis suplicas fueron atendidas.
El macho se quedó, y empezó a hacer la rueda y a “bailar” encima de aquel florido y pedregoso cerrete.

La cámara echaba humo mientras el macho display tras display se iba alejando vaguada abajo en busca de las hembras que copaba el hide del señor Milla.
Que rato más increíble, que belleza mas soberbia, que animal más bonito y espectacular y que alegría el tener una foto decente aunque lejana de estas reinas de la llanura. Ahora sí que podía dar por finalizado el día y sentirme afortunado de haber tenido esta oportunidad. Ahora quedaba esperar la caída de la coche y todo habría acabado.









La luz era pobre y poco a poco las avutardas de la lejanía se retiraron a su descanso. Aproveché la tranquilidad para cambiar de objetivo y hacer alguna foto del atardecer. Estos atardeceres son únicos de Extremadura y había que intentar sacar esos colores cálidos y esos verdes intensos en alguna instantánea.

Antes de que se fuera toda la luz empecé a recoger el equipo y a las diez menos cuarto de la noche salí del hide, entumido y con muchas ganas de orinar en algún sitio que no fuera la botella de agua que llevaba medio llena en la mochila. ¡Cosas que pasan! Es difícil estar 15 horas sin orinar y no queda más que agenciarte una botellita de agua vacía a modo de retrete.
Enderecé camino al hide del compañero de Monfragüe y nos fuimos para los coches comentando como se había dado el día. Javier nos acompañaba con una sonrisa de oreja a oreja jejejee!!! El había corrido mejor suerte que nosotros.
De vuelta a Castuera seguimos intercambiando impresiones ya con un poco de sueño y cansancio pero disfrutando de los compañeros, anécdotas y lances. En Castuera nos esperaba Manolo Calderón atento como siempre, para interesarse que tal se había dado la jornada.
Unos mejor que otros pero todos contentos por el gran día que habíamos tenido.
Llegó el momento de las despedidas y bueno con el mal sabor de boca que te llevas cuando no puedes conocer a alguien todo lo que te gustaría me despedí de mis compañeros y de Manuel Calderón y enfile camino al coche con un montón de recuerdos en la cabeza y con unas ganas tremendas de pillar la cama.
Desde aquí le mando un saludo a mis compañeros y le doy la enhorabuena a Manuel Calderón y a ANSER por el trabajo que realizan y por mantener viva esa parte de Extremadura que seguramente nadie conocería si no fuese por su labor y su compromiso con este medio tan poco conocido pero tan lleno de vida.
Saludos y suerte.

Olympus E510, Zuiko 70-300mm ED, Tripode y Rotula Manfrotto, Hide Fijo.

Todas las imagenes son propiedad del autor del blog. Todos los derechos reservados.

10 comentarios:

  1. Muy buen reportaje, seguro que disfrutaste de lo lindo, tiene que ser todo un espectáculo el ver tantas especies tan emblemáticas juntas. El águila real impresionante, aunque me quedo con las del mochuelo, están muy chulas con ese fondo y todo su entorno.
    Un saludo.

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  2. Nosotros sabemos muy bien lo que se siente. Enhorabuena por la experiencia y sobre todo por las fotos. Muy, muy singular lo del águila real. Nunca se sabe que te puedes encontrar en estos hides.

    Saludos,

    Jesús

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  3. ... lo he vivido con tu narración tan "viva". Todo un espectáculo las avutardas y el resto de aves (incluidos los lagartos).

    Con esta genial entrada suples los meses de "abstinencia bloguil"...

    Saludos.

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  4. yo estube el dia 12 de abril y creo que en el mismo pero no tuve tanta suerte las avutardas las vi muy lejos de echo no hice ninguna foto de avutarda ,si al mochuelo a los lagartos collalbas etc tambien se djo ver la real pero tambien muy lejos por cierto hiciste fotos de digis o todas con objetivos un saludo Fernando

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  5. Realmente emocionante sentir tu relato e intuir esos momentos que pasaste en el hide. Buenas fotos tambien. me gustan especialmente las del lagarto. El año que viene probaremos la suerte en esos hides......espero
    saludos

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  6. Fantástico reportaje, se nota la pasión y dan ganas de vivirlo por uno mismo, aunque hace meses que sigo tu blog hasta ahora no había escrito nada, pero me parece un blog estupendo.Enhorabuena.
    Saludos.

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  7. Quillooooooooo!!!!!!!! Valla pasada, te podías dedicar a narrar episodios de naturaleza je,je,je, no de verdad una preciosa narración yo lo he vivido contigo como si hubiera estao metió en el hide, la verdad es que tuviste que pasártelo de P.M. aunque yo sé que si por lo que me contaste, de todas maneras las fotos una pasada ese Mochuelo, ese Águila y ese macho de Avutarda sensacionales todos, aaaaá se me olvidaba otra vez a ver si te llevas algo de comida pa los lagartitos compadre je,je,je.
    Saludos campeón y lo prometido es deuda, ya sabes, un abrazo

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  8. vaya pedazo dia, muy guapo el reportaje, vaya envida que me ha dado leyendolo y viendo las fotos jeje

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  9. Muy buenas fotos, y precioso el lugar. Saludos.

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